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La investigación destaca el problema de la sobreinformación y la falta de filtros al momento de publicar y compartir contenidos en redes sociales y medios masivos de comunicación, lo que genera un incremento en los niveles de estrés y ansiedad y una disminución de la autoestima. Para minimizar este impacto negativo se sugiere monitorear nuestro tiempo frente a la pantalla y el uso de las redes sociales no debe exceder las dos horas diarias.
Las medidas de aislamiento social generaron que las personas que atraviesan esta situación en soledad necesiten mantenerse comunicadas con familiares y amigos, por vía telefónica o mediante las aplicaciones de mensajería, que permitan transmitir sus sensaciones, sentimientos, y organizar actividades que faciliten sentirse productivos.
Por otro lado, quienes acatan la cuarentena junto a su pareja están obligados a una coexistencia que altera la rutina y la convivencia habitual. Esto puede exponer problemas latentes o incrementar otros preexistentes. Respecto a los niños, se sugiere tener paciencia con las expresiones de ansiedad y preocupación frente al encierro, demostrar afecto, filtrar el exceso y regular el tiempo de exposición a la información. Se les debe explicar qué es el covid-19 con palabras adecuadas para su edad, utilizando incluso dibujos o juegos como estrategia.
Es importante planificar una rutina familiar que permita un balance entre las obligaciones, el trabajo, estudio, alimentación, descanso y diversión. Todas estos consejos y herramientas son útiles, pero pueden perfeccionarse con una mayor investigación en los ámbitos local y regional. Los conocimientos y prácticas psicológicas en situaciones de emergencias y desastres deben tener más visibilidad y apoyo de la comunidad de profesionales, los poderes del Estado e instituciones privadas